El ritual volvió a cumplirse ayer en Maceda: calcetines de lana blancos, medias negras, renglones de pompones de distintos colores, flecos claros alrededor de la cintura, rabo de zorro en lo alto de la careta, collares varios y bastón como arma intimidatoria. Estas son algunas de sus peculiaridades iconográficas, así como los animales o aves rapaces de la Serra de San Mamede que llevan pintados en lo alto de las caretas –no vale cualquier flora o fauna–. En la cintura, varias chocas ruidosas que anuncian su llegada, a varios metros de distancia, en lo silencioso de un rural que estos días revive.
Salieron alrededor de las 10.00 horas de la Praza das Toldas y estuvieron recorriendo Castro de Escuadro, Pías, Santirso, Celeirón, Xinzo da Costa y Maceda por la mañana. Y prácticamente sin descanso –pese a lo pesado del traje– por la tarde continuaron su visita por Barxela, Vilar, Carguizoi, Tioira y regresaron a Maceda a última hora.
El tiempo soleado, con altas temperaturas y sin lluvias, hizo que muchos se animasen a salir al encuentro de una de las figuras más ancestrales del entroido ourensano.
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